La espiritualidad está referida a la vida espiritual del ser humano donado por el Espíritu Santo, que conduce a la parte más noble de uno mismo. Vida espiritual es también sinónimo de vida cristiana en el sentido profundo de “vida en Cristo”, es decir en comunión con Cristo y según su palabra. La connotación de “vida espiritual”, tiene especialmente en san Pablo una preferencia explícita a la dialéctica hombre carnal-hombre espiritual (pneumatikós cf. 1 Cor 2, 14;3,3) y a la convicción de que los cristianos como hijos de Dios “son guiados por el Espíritu” “viven según el Espíritu” (Rom 8,14; Gal 5,25). La palabra espiritual recuerda siempre la personal del Espíritu Santo.
Podríamos decir, que el sentido más usual de vida espiritual, se ha convertido hoy, con las relativas matizaciones, en sinónimo de vida interior, cristiana, virtuosa, vida de perfección o de santidad, ascesis, mística, con todas sus exigencias y componentes.
La fuente de vida espiritual es la misma revelación de Dios, entendida como auto comunicación de Dios mismo de su verdad, de su vida y de su designio de salvación, por medio de Cristo y en el Espíritu Santo, con la que Dios invita al hombre a comulgar con Él (DV2), para que pueda realizar su vocación de criatura y logre alcanzar la razón más alta de su dignidad, que es la Comunión con Dios.
Esta vida divina, anunciada y ofrecida por Cristo, se comunica por medio de los sacramentos, especialmente mediante el bautismo, sacramento de la regeneración y “puerta de vida espiritual”, y mediante la eucaristía, que es como “consumación de toda la vida espiritual”, según la conocida expresión de santo Tomás (S.th.111, q.73, a.3 adc).
La vida espiritual vinculada con Cristo a la economía visible sacramental de su cuerpo que es la Iglesia, en la que comunica la vida divina por medio de los sacramentos (LG 7), la vida espiritual cristiana es indisolublemente vida en la Iglesia y en comunión con ella, con su ministerio, con su liturgia, con su misión, el crecimiento en la vida espiritual se mide una maduración de la vida eclesial en las obras de evangelización, de caridad, de testimonio apostólico.
La espiritualidad de la congregación se fundamenta en la unión con Dios. Nuestra fundadora Beata Paulina Mallinckrodt, manifiesta su espiritualidad en su deseo íntimo de unión con Dios, para ella y su Congregación, expresando que la dignidad humana consiste en cooperar con Dios. Dios desea nuestro corazón, nuestra libertad, nuestra voluntad. (Madre Paulina 1849) (Constituciones capítulo II, art.4)
El amor de Dios se hizo en concreto y encarnado en Jesús. Lo que la cautiva en Cristo es su amor a los hombres. Trata de compenetrarse de su espíritu para poder llevar el inefable amor de Dios a los hombres. Su amor se alimenta de la compañía con Cristo en la Eucaristía de tal manera que pueda llevar el amor de Cristo entre los que vive. Saca alegre entusiasmo, lleno de juventud y energía de la conversación familiar y de la unión con Jesús en el Santísimo Sacramento.
Paulina no aceptó el amor de Dios pasivamente. Ella comprende que debe ser otro Cristo y así responde con todo su ser a los movimientos del Espíritu Santo. Estas características han de distinguir su Congregación. Los escritos de Paulina, aun los que datan de su temprana edad, evidencian su habilidad de descubrir e integrar ideas que estimulan y activan su conducta diaria. Todo lo que influye en su disposición interior, ya sea proveniente de su hogar y relaciones familiares de situaciones sociales, políticas o ecuménicas, ya sea proveniente de la vida en su comunidad religiosa, todo lo favorable, la conduce a un desarrollo más completo de su personalidad. En efecto su vida espiritual madura y la actividad del Espíritu Santo se hace más visible en ella.
A comienzo de cada nueva etapa de su vida, estudia y reflexiona sobre los nuevos dones de Dios y las exigencias correspondientes. De esta manera logra armonizar su propia iniciativa con la prontitud de dejarse guiar por el Espíritu Santo.
La Madre Paulina sabía que sólo el Espíritu de Cristo que es concedido con la sagrada Comunión, puede hacer crecer el verdadero amor. Por eso es inseparable de su unión con Cristo, su relación especial con el Espíritu Santo. Consciente de su influencia, implora sobre sí en la Sagrada Comunión sus siete dones: “Ven quédate conmigo Espíritu Santo, con fe inquebrantable te lo suplico. En un momento puede dar la fortaleza al alma, para que en adelante no vacile y no caiga más”.
La espiritualidad de Madre Paulina que se puede vivenciar en sus cartas y biografía, reflejan el estilo y cultura de su tiempo, pero revelan su inapreciable y sincera solicitud, su respeto y candor lleno de tacto hacia cada persona, de cualquier sexo, edad o condición. Sus palabras son siempre alentadoras, encantadoramente humanas, indudablemente de su visión divina del hombre.
Cumplir la voluntad de Dios es para ella en primer lugar amar a cada uno con su amor.
El fundamento de todas sus relaciones con los demás es el amor caracterizado por gratitud, prudencia, justicia y celo. Está profundamente empeñada que el mismo amor caracterice el espíritu de comunidad dentro de la Congregación. “Mi opinión es que una Congregación debe ser un corazón y un alma en el sentido pleno de la palabra; sólo en esta íntima unión está su fortaleza y bendición. Un mismo espíritu debe compenetrar a toda la Congregación.
La Madre Paulina nos pide que vivamos unidas, íntimamente unidas al Señor para descubrir cada día su querer y que tratemos de identificarnos con Jesús y tomadas de la mano de María, nuestro modelo, nos distingamos en el amor al prójimo y que actuemos con humildad, alegría y sencillez, todo en manos de Dios. (Capítulo II de nuestras Constituciones)
“Que cada Hermana contribuya según sus fuerzas a que reine siempre un buen espíritu en la Congregación, y a la que con todo fervor se practique la vida interior y el espíritu de oración.
Que un amor íntimo y cordial ligue a todas las Hermanas y que cada una trate de agradar a Dios por medio del fiel cumplimiento de sus deberes. Así mismo procure cada una alcanzar una verdadera y profunda humildad.
Si reina en la Congregación verdadera humildad, amor fraternal y espíritu de oración, podemos esperar la bendición de Dios”.