Fundadora de la Congragación de las Hermanas de la Caridad Cristiana
Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción.
Paulina von Mallinckrodt nace el 3 de junio de 1817 en Minden, Westfalia. Es la mayor de los hijos de Detmar von Mallinckrodt, de religión protestante y alto funcionario de gobierno del Estado de Prusia y de su esposa, la baronesa Bernardine von Hartmann, de religión católica, originaria de Paderborn.
Desde pequeña absorbe con avidez la formación cristiana que le imparte su madre, heredando de ella una fe profunda, un gran amor a Dios y a los pobres y una férrea adhesión a la Iglesia católica y a sus pastores. Hereda del padre la firmeza de carácter, los sólidos principios, el respeto hacia los demás y el cumplimiento de la palabra empeñada.
Parte de su niñez y juventud pasa Paulina en Aquisgrán. Cuando Paulina sólo tiene 17 años de edad muere su madre y ella toma la dirección de la casa y la educación de sus hermanos menores Jorge, Hermann y Berta. Cumpliendo su tarea, encuentra tiempo y medios para ponerse al servicio de los pobres que sufren de miserias materiales y espirituales. En Aquisgrán, con sus amigas, cuida enfermos, niños y jóvenes.
A los 18 años recibe el sacramento de la Confirmación y se hace habitual en ella la misa diaria. Un poco más tarde, su confesor le permite la comunión diaria. Fruto de la Confirmación es también la decisión de Paulina de consagrar su vida entera al servicio de Dios.
En Paderborn invita a señoras y jóvenes a colaborar en el cuidado de enfermos pobres; pero le parece necesaria la educación e instrucción de los niños pobres. Crea una guardería y acoge niños ciegos para cuidarlos e instruirlos.
Luego funda un jardín infantil para atender a los niños de las madres que deben trabajar fuera de su hogar para ganar el sustento diario de la familia. La fundación de este kindergarten en 1840, fue una idea novedosa y de avanzada para proteger y dar un ambiente de contención y afecto a estos niños que no podían ser cuidados por sus madres.
En 1842 poco después de la muerte de su padre, le confían a Paulina el cuidado de unos niños muy pobres. Ella los atiende con la exquisita afabilidad que la caracteriza. Y como Dios sabe guiar todo según sus planes, llegan niños ciegos y son éstos los que darán origen a la Congregación, porque a Paulina la admiten en distintas congregaciones religiosas, pero no así con los ciegos.
Paulina pide una vez más consejo a Monseñor Claessen, quien después de escucharla atentamente y de hacer mucha oración, le hace ver que ella está llamada por Dios a fundar una Congregación. Tras realizar muchos trámites, obtiene la aprobación por parte del Obispo de Paderborn, Monseñor Francisco Drepper. Por parte del Estado obtuvo los Derechos de Corporación. Recibió la aprobación para fundar la Congregación, firmada el 24 de febrero de 1849, por el Emperador Federico Guillermo IV.
Con la toma de hábito, y su consagración total a Dios, junto a tres compañeras, Matilde Kothe, María Rath y Elizabeth Schlüter, el 21 de agosto de 1849 funda la Congregación de las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción.
Bendecida por la Iglesia, la Congregación florece y se extiende rápidamente en Alemania; pero como toda obra grata a Dios, es probada con el sufrimiento; la prueba no tarda en llegar. El Canciller Otto von Bismark emprende en 1871 una dura lucha contra la Iglesia católica, el Kulturkampf . Una tras otra vez la Madre Paulina ve cómo se van cerrando las casas de la Congregación en Alemania.
Con su profundo espíritu de fe, ve la mano de Dios en esta persecución religiosa. Las casas de la joven Congregación fueron confiscadas, las Hermanas expulsadas, la fundación parecía llegar a su fin. Pero justamente así produjo frutos, se extendió por Estados Unidos y América Latina.
En la misma época de las persecuciones en Alemania llegan muchos pedidos de Hermanas desde Estados Unidos y Sudamérica para enseñar a los niños inmigrantes alemanes. Paulina respondió enviando pequeños grupos de Hermanas.
En noviembre de 1874 arriban las primeras religiosas a la diócesis de Ancud, en Chile, solicitadas por Monseñor Francisco de Paula Solar. De allí partirían unos años más tarde hacia el Río de la Plata, en 1883 a Melo, Uruguay, y en 1905 a Buenos Aires, Argentina.
A fines de la década de 1870, la persecución religiosa terminó en Alemania y las Hermanas pudieron proseguir con su obra. La Congregación creció en integrantes y en misiones durante los años de opresión.
La Madre Paulina volvió a Paderborn después de su viaje a América en 1880. A los pocos meses, ante el dolor de las Hermanas, la Madre Paulina enfermó gravemente de neumonía y murió el 30 de abril de 1881.
Después de varios años de su deceso se inicia la Causa de Beatificación, que se ve culminada el 14 de abril de 1985 con la ceremonia de Beatificación en la Plaza de San Pedro, en Roma, presidida por el Santo Padre, San Juan Pablo II.
Homilía del Papa Juan Pablo II con motivo de la Beatificación de Paulina von Mallinckrodt
"El mensaje espiritual de la bienaventurada Paulina von Mallinckrodt podemos resumirlo en un programa de vida muy concreto y actual: seguimiento de Cristo sin reserva y con una fe inquebrantable; abnegada entrega al servicio de los más infelices y pobres por amor a Dios.
La Madre Paulina von Mallinckrodt poseía ricos dones naturales: carácter amable, sencillez, confianza en el prójimo, consecuente aspiración para lograr su fin; constante fidelidad a los principios fundamentales de su vida, aún en las pruebas y dificultades; espíritu de sacrificio, con el cual trataba de darse incondicional y magnánimamente a todos.
Estos ricos dones, que Dios le había confiado en una medida tan extraordinaria, encontraron en ella su culminación mediante una fe profunda. Este regalo, recibido en el bautismo, se desarrolló plenamente bajo la dirección de su madre y de sus profesores. Ella creció en el seno de una familia, en la cual reinaba el mutuo amor y respeto, en una atmósfera que no estaba libre de un silencioso sufrimiento a causa de la diversidad de confesiones de los padres: la madre creyente católica y el padre convencido protestante. con la ayuda de la gracia se consolidó en Paulina la fidelidad de su fe en Cristo mediante la confrontación con esta situación familiar.
Pero hubo en su juventud también un período crítico, un tiempo de grandes sufrimientos interiores, lleno de escrúpulos, angustias e inseguridades, que solo pudo vencer mediante la oración profunda y suplicante y confiando en la ayuda de Dios. Y Dios estaba con ella y encendió en su alma una luz de fe tan luminosa que con razón puede llamarse una "Gracia extraordinaria de la Fe". Mediante esta nueva visión, recibida de Dios, pudo exclamar:" Esta fe penetró en mi ser tan lúcida y claramente que creí más en ella que en en la luz de mis propios ojos."(de su autobiografía)
La fe hizo de Paulina-como atestigua un contemporáneo- una persona de una sola pieza, lúcida y transparente como la misma luz e igualmente sencilla. De modo que ya a los dieciocho años reconoció el especial llamado de Dios a la vida religiosa que había de ser el fin de su vida
Fue una fe consciente y heroica con la cual soportó sufrimientos, amarguras y diversas pruebas, y se revelaba en su amor a Cristo y a su Santísima Madre María, a quienes se había entregado con plena confianza y sin reservas. Por la aspiración de vivir para y en Dios y procurar su gloria aumentó en ella la gracia, mientras buscó la fuerza en la oración y en una vida profundamente eucarística.
Del amor a Dios procedió su natural y espontáneo amor al prójimo. con toda ternura se dedicaba a cuidar a los infelices niños ciegos, a quienes quería procurar luz interior como reflejo de la luz divina. Por amor a Cristo fundó la Congregación de las HERMANAS DE LA CARIDAD CRISTIANA con el fin de dedicarse al cuidado de los ciegos. Junto con esta misión trató de ayudar también a otros necesitados; todos encontraron en ella y en su gran obra, alivio, consuelo y sobre todo amor. Este amor al prójimo la impulsó finalmente a agregar a su obra aún otra actividad: la educación e instrucción de la juventud, considerándola una exigencia urgente de su época.
Los planes de la bienaventurada fueron audaces; pero con silencioso y humilde recato supo esperar la hora de Dios. Su obra se desarrolló con éxito, aún entre muchas dificultades y continuas luchas.
Justamente en el tiempo de su mayor expansión estalló una terrible tempestad de persecución que parecía aniquilar su obra: Llegó el "Kulturkampf". Pero también en esta situación demostró la Madre Paulina su apertura interior para la voluntad de Dios y estuvo dispuesta y capaz de confrontarse con las dificultades y de seguir el camino de la cruz.
La Madre Paulina es un modelo de vida. A las angustiosas inquietudes del hombre moderno indica ella hoy un camino hacia la paz interior: buscar valerosamente y confiando en Dios al hermano que sufre. Así es actual su mensaje, como la búsqueda de Dios es siempre actual. (L´Osservatore Romano 19 de abril 1985)